TESTIMONIOS

“La Providencia quiso que un día llegara a nuestra cueva una persona. Lo que vio la dejó pasmada pues el cuadro era para dejar sorprendido a cualquiera.”

 

“Como en sueños recuerdo mi ranchito, tenía cinco años cuando una noche oí llorar a mi madre, dos hombres llegaron a casa para llevarse a mi papá a la cárcel por un robo.”

“Puedo decir que de aquella niña que un día llegó al Hogar Ortigosa porque su familia la rechazó, no queda nada, porque ahora puedo decir con la cabeza erguida y con seguridad en la voz, YO SOY PILAR, SOY MUY FELIZ y SOY UNA TRIUNFADORA.”

LAS LETICIAS:
UN MILAGRO DE DIOS.

Siempre creí que mi nombre era «Leticia:, porque tanto a mi hermana como a mí, todos nos llamaban así: «Las Leticias».
Esto para mí no era raro, el no tener conciencia de mi nombre era como el no tener conciencia de mi vida entera.

Mi pequeño mundo se limitaba a un reducido espacio ya que los primeros años de mi infancia transcurrieron entre las tierrosas paredes de una cueva.

Nunca supe lo que era una cama, una mesa, una silla, yo no tuve una cuna donde me mecieran y tampoco me recuerdo en el regazo de mi madre.

Ella, mi madre, no hablaba bien, no hilaba una sola frase con la debida cordura, y junto con mi padre -los dos eran dementes-, bajaban de la cueva hacia el pueblo para traernos un poco de comida.

Estas ausencias me llenaban de terror, porque mis padres, para asegurarse de que no nos pasara nada, nos amarraban con una soga a mi hermana y a mí, y en ocasiones ellos tardaban una semana en volver.

Durante días que se hacían eternos y noches interminables llenas de angustia por el llanto de mi hermanita, permanecíamos acurrucadas en el mismo lugar, y si sentíamos hambre, comíamos todo lo que estaba a nuestro alcance, incluyendo nuestros propios desechos.

Mis padres volvían casi siempre con leños para calentar la cueva que aún en los meses de verano era fría, y con desperdicios de comida que recogían de los basureros. Esos momentos eran para mí felices, hurgaba entre los sacos que, aunque sucios y desteñidos, encerraban un tesoro oculto que descubría poco a poco: tortillas duras, pan frío, tomates y chiles podridos, unos zapatos rotos, una falda de florecitas sin un botón, una blusa para mi hermanita, y con un poco de suerte, una estropeada muñeca.

Nunca celebramos los cumpleaños porque mi madre no sabía siquiera ni el año ni el día en que nació, tampoco sabía leer ni escribir, tanto ella como mi padre tenían dificultades para expresarse. Lo único que sé de su pasado es que nacieron en Colima y de allí vinieron a vivir a esta cueva donde nacimos mi hermana y yo.

La Providencia quiso que un día llegara a nuestra cueva una persona. Lo que vio la dejó pasmada pues el cuadro era para dejar sorprendido a cualquiera.

No es fácil imaginar que se pudiera vivir de esta manera, dos niñas atadas con una soga, sin vestidos, con los cuerpecitos desnutridos. Llenos de infecciones y granos, la cabeza con piojos, gateando en vez de caminar y que en vez de hablar emitían una serie de sonidos guturales.

Este retrato correspondía a dos niñas que representaban menos edad que la que tenían, esas niñas éramos mi hermana y yo: «Las Leticias»

Así, con mis siete años a cuestas, con mi hermanita de cinco y con un pasado muy triste, llegamos hace algunos años al Hogar Ortigosa.

Los especialistas nos desahuciaron, su diagnóstico fue tajante: Problemas respiratorios, adenoiditis, dermatitis, seborrea, bronquitis, parasitosis y desnutrición crónica aguda. En el plan mental, el diagnóstico era igualmente desalentador: Problemas de lenguaje, de articulación, de coordinación motora, que mostraban un retraso significativo.

Hogar Ortigosa no acepta niñas en estas condiciones, pero toda regla tiene su excepción, y las Madres del Sagrado Corazón de Jesús y de los Pobres, nos recibieron con amor.

Hoy, después de un tiempo, mi hermana y yo asistimos a una escuela especial de rehabilitación donde nos imparten una educación que nos permitirá enfrentarnos a la vida con mayores expectativas.

Sé que podemos aprender un oficio porque por ejemplo, tenemos conocimiento de computación y nos están preparando para que, al salir de Ortigosa, podamos vivir dignamente. Nosotras, que tuvimos tantas carencias, hemos ido adquiriendo bases morales cada vez más sólidas y ahora el futuro se nos muestra promisorio.

Estoy consciente de que tengo un espacio que es mío, que soy una persona, que mi hermana se llama Lupita, y sobre todo, que yo tengo un nombre también: yo no soy una «Leticia, soy Juanita.

UNA ISLA DE CARIÑO

Hay lugares que marcan nuestra vida, una casa, un paisaje campestre, el hogar de una amiga… yo tengo grabado en mi memoria un solo lugar: Las Islas Marías.

Llegar a las «Islas», era llegar al terror, aunque iba del brazo de mi madre y en compañía de mis dos hermanos, nunca me sentí protegida porque las celadoras efectuaban un examen que resultaba agresivo a mi persona.

Este examen lo sufría en forma periódica ya que las «Islas» eran la extensión de nuestro hogar pues en ellas se encontraba mi padre, recluido por un delito que cometió.

Como en sueños recuerdo mi ranchito, tenía cinco años cuando una noche oí llorar a mi madre, dos hombres llegaron a casa para llevarse a mi papá a la cárcel por un robo.

Dos años después lo dejaron libre, pero al poco tiempo reincidió y nuevamente se lo llevaron preso.

Tenía yo nueve años cuando me enteré que mi padre junto con un sobrino y dos hombres más, habían cometido un asesinato. La condena fue de 20 años en las Islas Marías.

Mi madre siguió a mi padre, se fue a vivir con él a las Islas, mis hermanas Mirthala y Francisca se quedaron con una tía y yo fui a parar a un internado del gobierno.

Nos reuníamos todas al ir a visitar a mi papá, pero cuando cumplí los 11 años me negué a volver por las «revisiones» que nos hacían y además porque mi padre me infundía miedo, tenía un carácter violento y siempre tenía pleitos con sus compañeros.

En las Islas hay Madres del Sagrado Corazón de Jesús y de los Pobres que auxilian espiritualmente a las familias que ahí viven, y una de ellas le propuso a mi mamá que nos dejara internas en el Hogar Ortigosa.

La madre se encargó de hacer lo conveniente, y mis hermanas y yo vivimos ahora reunidas en el Hogar tranquilo. Mi hermana Francisca tiene 16 años, es seria y retraída. Recién terminó la Preparatoria con la más alta distinción como alumna ejemplar y su deseo es llegar a ser una gran Doctora.

Mi hermana Mirthala, que tiene 12 años, es muy juguetona, presenta la conducta de una niña que empieza a descubrir el mundo, un mundo que se le ofrece lleno de sueños, ilusiones y esperanza.

SOY UNA TRIUNFADORA

Cuando se ha tenido ausencias de todo, cuando en la infancia se ha sentido el rechazo de los padres, el sobreponerse a ello y crecer en busca de la trascendencia como ser humano, no es cosa fácil.

Si tuviera que buscar un nombre para titular mi vida, sin duda alguna que éste sería: Lo que el mundo desecha, Dios lo recoge, porque a mí me hicieron a un lado, pero Él me recogió y me protegió a través del amor de las Siervas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Pobres.

Conocí a mi padre el día que mi madre murió, tenía entonces 12 años de edad, creí que me llevaría a vivir con él y no lo hizo, pues yo había sido engendrada fuera del matrimonio y él tenía su propia familia.

Debido a los convencionalismos sociales, al que dirán y al temor que no me aceptarán en su círculo social, me donó al Hogar Ortigosa, para siempre.

Aprendí a crecer con mi realidad, nunca juzgué a mi padre, lo único que me dolía era la separación de mi hermana, ella se quedó de interna en un colegio de la ciudad de México y yo en el Hogar Ortigosa en Monterrey.

Llegué al Ortigosa triste, insegura, no sabía lo que me esperaba, no tenía a nadie, no tenía amor.

Las Siervas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Pobres se convirtieron en mis madres sustitutas, sufrieron por mí y conmigo. Ellas trataron de unirme con mi padre, pero mi padre y su familia me rechazaron y las rechazaron también a ellas.

Mi padre tuvo seis hermanos y mi madre doce, y nadie fue capaz de hacerse cargo de una sobrina huérfana y nunca me buscaron. Comprender que uno no le interesa a nadie, produce un dolor agobiante e intenso que parece no acabar nunca.

Lo primero que hicieron mis queridas madres fue enseñarme a enfrentar mi realidad, a aceptarme a mi misma tal como era, a aceptar que no contaba con ningún familiar, y esto duele, pero cuando uno conoce su propia verdad, el corazón sana.

Yo aprovechaba todo, los trabajos, las fiestas, los paseos, los estudios, el lavar la loza del internado. Pienso que se es feliz cuando se construye la felicidad con los dones que Dios nos da.

Al observar las madres mis capacidades y mi forma de actuar consiguieron con bienhechores que yo pudiera concluir una carrera en la universidad Labastida.

Al mismo tiempo, crecía en la fe, en cursos que tomaba fuera del internado; mis madres me enviaron al movimiento Por un Mundo Mejor, a las Jornadas de Vida Cristiana y al Movimiento para Lideres Cristianos.

En 1963 me convertí en la primera mujer presidenta del movimiento de Jornadas de Vida Cristiana y empecé a viajar llevando un mensaje a otras ciudades como San Luis Potosí, Saltillo, Torreón, etc.

Dentro de la Actividad de estos movimientos, encontré mi realización. Mi vida cambió de manera increíble, ahora podía practicar todo lo que me habían enseñado mis madres en el Ortigosa. Con la acción y la práctica me desarrollé más en la vida social.

En este ambiente de jóvenes católicos, encontré dos verdaderos amigos, ellos me invitaron a su casa, un verdadero hogar, y sus padres me adoptaron espiritualmente y hasta la fecha me siguen brindando su amor.

Fueron ellos, mis padres espirituales quienes me entregaron en el altar de la purísima, a mi esposo. El Hogar Santa Sofía del Hospicio Ortigosa fue engalanado por todas mis compañeras y allí se celebró la recepción de bodas.

Con mi carácter, exigí a la vida mis derechos, estudiar, trabajar, salir de blanco de mi casa, el Hogar Santa Sofía; y brindarle a mi esposo una novia vestida de blanco.

Después de 28 años de feliz matrimonio, me invitaron a celebrar el 30 Aniversario de la Fundación del Movimiento de Jornadas de Vida Cristiana y nos reunimos todos los jóvenes que participamos en su creación en aquella época.

Me sentí orgullosa de poder mostrarles mi vida, las fotos de mi esposo, de mis cuatro hijos, de mi hogar, ¡Mi Propio Hogar!, maravillosa palabra que hace repetir ¡Gloria a Dios!.

Con mi esposo llegamos a ser directivos de la Federación Mexicana de Tenis, él es un artista reconocido, y juntos formamos parte de la comunidad Luz de Jesús, donde tengo un grupo de personas a mi cargo.

Con mi esposo y mis hijos viajamos por diversos lugares. Mis hijos visitan a sus abuelitas, “Mis Madres”, y puedo decir que de aquella niña que un día llegó al Hogar Ortigosa porque su familia la rechazó, no queda nada, porque ahora puedo decir con la cabeza erguida y con seguridad en la voz, YO SOY PILAR, SOY MUY FELIZ y SOY UNA TRIUNFADORA.

Pilar Medinilla de Jasso.

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Becas para la Vida

Esta beca cubre la alimentación, libros, material escolar, recreación, formación, clases extracurriculares, apoyo psicológico, entre otros, durante un año escolar. El donativo puede ser de $75,000 pesos anual ó $6,250 pesos mensual. (Los cargos mensuales se pueden hacer automáticos a través de tarjeta de crédito en 12 mensualidades)

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Becas Educativas

Esta beca cubre todo lo relacionado a la formación académica de la niña. El donativo puede ser de $30,000 pesos anual o $2,500 pesos mensual (los cargos mensuales se pueden hacer automáticos a través de tarjeta de crédito en 12 mensualidades).

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Voluntariado

Si deseas realizar algún tipo de voluntariado, te pedimos enviarnos un correo electrónico a info@hogarortigosa.org y con gusto nos comunicaremos contigo a la mayor brevedad posible.

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Donativos en Efectivo

Para donativos en efectivo, te pedimos enviarnos un correo electrónico a donativos@hogarortigosa.org y con gusto nos comunicaremos contigo a la mayor brevedad posible.

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Donativos en Especie
Alimentos Cantidad
Cajas de cereal sin azúcar 20 cajas de 730 gramos
Avena 24 kilos
Tostadas Sanísimo 24 cajas de 720gms.
Pasta para espagueti 12 kilos
Pasta fideo grueso 8 cajas de 3 kg c/u
Pasta codito chico 8 cajas de 3 kg c/u
Palomitas de sal 8 kg.
Pan integral Bimbo cero azúcar, cero grasa 30 barras
Galletas marías 4 cajas de 3.60 kg contiene 36 paquetes
Frijol 20 kilos
Galletas saladitas Santos 5 cajas de 200 paquetitos c/u
Arándanos 2 kilos
Cacahuates tostados sin cáscara 8 kilos
Crema de cacahuate 10 botes de 1 kg
Almendras 2 kilos
Tajín (chile en polvo tapa azul) 18 botes
Elote amarillo 7 latas de 2.9 kilos
Jamaica 10 kilos
Mayonesa McCormik 8 botes de 3.4 kgs.
Atún en agua 16 latas de 1.88 kg
Leche Clavel 2 paquetes de 12 latas
Azúcar morena 70 kilos
Choco Milk 6 latas de 2 kg c/u
Knor suiza 2 botes de 3.6 kg
Puré de tomate 14 botes de 1 lt.
Chiles rebanados en vinagre 4 latas de 935gms.
Sal 8 kilos
Lentejas 15 kgs


Limpieza Cantidad
Lysol 8 botes
Harpic 6 litros
Desengrasante de cocina 10 litros
Vel Rosita 1 galón
Pinol verde Paquete de 12 litros
Suavitel 1 galón
Shampoo
Acondicionador

Papelería (consumo anual) Cantidad
Hojas blancas bond oficio 7 paquetes
Hojas bancas bond carta 10 paquetes
Hojas de colores 8 paquetes
Cartulinas 250
Opalina delgada carta 120 g/m2 400
Plumas negras, rojas y azules 80 de cada color
Lapices #2 170
Borradores 5 paquetes
Borradores para pizarrón 1 paquete
Sacapuntas 75
Tijeras medianas 30
Tijeras grandes 3
Legajos folder carta 10
Legajos folder oficio 20
Cinta adhesiva 130
Cinta canela 50
Cinta Maskintape 35
Cinta transparente ancha 50
Silicón líquido 5
Silicón barra delgada 12 kgs
Silicón barra gruesa 12 kgs
Pritt jumbo 12
Pritt mediano 12
Marcadores para pizarrón 150
Marcadores permanentes 50
Marcatextos 30
Crayolas 5 paquetes
Pegamento blanco 5
Post it 3 paquetes
Protectores de hojas 5
Pilas AA 4 cajas
Pilas AAA 4 cajas
USB 4
Láminas de abecedario, vocales y tablas
Grapas 40
Clips 35
Papel Kraft 4
Block de recibos de pago 6
Sobres amarillo carta 4 cajas
Carpetas blancas con aro 1 pulgada 12
Libretas profesionales 25
Papel Lustre 50
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Conoce nuestra historia

El Hospicio Ortigosa cuenta con más de un siglo de historia de servicio a los demás, siendo la institución más antigua de su tipo que continúa en operación en Monterrey. Su creación y funcionamiento ha sido posible gracias a las aportaciones y el esfuerzo de hombres y mujeres que han dedicado su vida a esta obra altruista. Su máximo logro es que dentro de sus muros, miles de niñas desamparadas han recibido la oportunidad de desarrollo y felicidad que las circunstancias parecían negarles.

Fungiendo como su albacea, Valentín Rivero cumplió la voluntad de don León estableciendo un asilo para ancianos, el cual era atendido por las Madres del Verbo Encarnado, abriendo oficialmente sus puertas en 1889. En los años veinte el país se vio envuelto en un nuevo movimiento violento llamado “Guerra Cristera” cuya mayor repercusión para esta institución fue la expulsión de las religiosas que la atendían. A pesar de lo anterior, se decidió que el Ortigosa no cerrara, haciéndose cargo un grupo de señoras que desinteresadamente aceptaron el reto de administrarlo.

Además sufrió una grave disminución de aportaciones particulares, pues sus principales patrones eran los empresarios de la localidad, quienes pasaron una situación muy complicada durante la guerra revolucionaria. Uno de los principales patrones que colaboraron con el Hospicio desde su fundación fue el empresario Isaac Garza, quien se comprometió en su administración y soporte financiero hasta su fallecimiento en 1933.

Los conflictos armados parecían haber llegado a su fin, pero en los años veinte el país se vio envuelvo en un nuevo movimiento violento llamado “Guerra Cristera”. Al igual que en el resto del territorio, en Monterrey se mandó cerrar varios templos católicos, entre ellos la Capilla que estaba en el interior del Hospicio. Pero la mayor repercusión para la institución fue cuando se ordenó la expulsión de las religiosas que atendían el Ortigosa, quienes lamentablemente tuvieron que hacer sus maletas y partir de regreso a España, forzadas a separase de su obra. Sin embargo, se decidió que el Hospicio no cerrara, siendo encargado a un grupo de señoras que aceptaron el reto de administrarlo.

Posteriormente el Hospicio Ortigosa fue cobijado por los miembros del Club Sembradores de Amistad, creado en 1936 por un grupo de empresarios regiomontanos entre los que destacaban Eugenio Garza Sada, Roberto Garza Sada, Manuel L. Barragán, Antonio L. Rodríguez y Francisco G. Sada. Retomando la actividad filantrópica de su padre, don Eugenio se convirtió en la cabeza del patronato del Hospicio, apoyándolo constantemente durante 40 años, desde 1933 hasta su fallecimiento en 1973.

Cabe destacar que en 1947 se analizó la posibilidad de que el Hospicio volviera a manos de un grupo de religiosas, considerando que la situación política del país se había normalizado. Se decidió que las encargadas fueran las Siervas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Pobres, congregación fundada por el padre San José María Yermo y Parres. Aprovechando la coyuntura, se cambió la vocación de la institución para que dejara de ser un asilo para ancianos y atender en su lugar a niñas desamparadas, huérfanas, abandonadas o con problemas familiares severos.

Conforme a su nueva vocación, en los años posteriores el Hospicio comenzó a llamarse Hogar Ortigosa. Rápidamente comenzaron a recibir a las primeras niñas, a la par que atendían a los últimos adultos mayores que quedaban en el asilo, aunque a partir de ese año aceptaron solamente a niñas. El Hogar ofreció a las pequeñas un lugar digno para vivir, y para atender directamente su educación se establecieron un jardín de niñas y una escuela primaria que brindaba hasta el quinto grado. No obstante, como estos planteles no estaban incorporados a la Secretaría de Educación Pública, se optó por conseguir becas para que las niñas estudiaran en la Escuela Juana de Arco, dependiente del Colegio Labastida para que cursaran el sexto año.

En los años 50 el número de niñas comenzó a crecer y sus necesidades educativas también se incrementaron. Por esta razón, en 1958 se estableció la primera Secundaria en el Hogar y en 1962 se comenzó a construir el edificio del Hogar Santa Sofía para las jóvenes de preparatoria y universidad. A fin de contar con una atención de salud inmediata, se creó un Departamento de Enfermería.

Don Eugenio Garza Sada atendió las necesidades de la institución de manera directa, realizando donaciones personales, empresariales y encabezando campañas de captación de recursos. Se preocupó porque el Hogar tuviera bases financieras auto-sostenibles a la medida de sus posibilidades. Con este fin, por ejemplo, donó un terreno para hacer locales comerciales cuyas rentas fueron una entrada fija a la institución.

El empresario estructuró también campañas de donativos en especie para cubrir la necesidad constante de alimentos para las niñas, y esquemas en donde las aportaciones se podían entregar directamente o indirectamente a través de vales. Nunca dejó de buscar la forma de ayudar a la institución, usando medios cada vez más efectivos. Además, procuró que el presupuesto se ejerciera debidamente, encabezando remodelaciones indispensables en el edificio y las instalaciones, buscando que fueran espacios de la mejor dignidad.

Continuando la obra generosa de su padre, Eugenio Garza Lagüera se hizo cargo del patronato del Hogar por algunos años. Su hermano, Alejandro Garza Lagüera también se involucró en este trabajo desde los años 60, coordinando con su padre las campañas de donativos. Solía llevar las cuentas de la captación de recursos y estar al pendiente de las necesidades de la institución.

Debido al compromiso, responsabilidad, vocación y generosidad que demostró en su apoyo a esta obra, el 1 de abril de 1968 don Eugenio Garza Sada propuso que don Alejandro formara parte de la junta de patronos, junto a Virgilio Garza González, Armando Ravizé, Jorge Morales Treviño, José Rivero, José Emilio Amores y Edgar García Sada. Posteriormente don Alejandro tomó se hizo cargo del patronato del Hogar, sustituyendo a su hermano Eugenio, y hasta la fecha continúa en su administración.

La trascendencia del Hogar Ortigosa es innegable, pues puso en valor los esfuerzos por atender grupos vulnerables de la sociedad, antes ignorados por el Estado. Se convirtió en el modelo para la creación de futuras instituciones públicas y privadas que se ocuparon de esta necesidad, como el orfanatorio Melitón Villarreal, el asilo de Buen Pastor y los programas gubernamentales estatales y municipales que se desarrollaron en las décadas posteriores y que hoy son más comunes.

Pero el mayor impacto de la institución se refleja en la vida de cada una de las niñas que han formado parte de su historia. El Hogar Ortigosa ha formado a más 10 mil personas, muchas de ellas logrando contar con estudios profesionales y técnicos en ingeniería, arquitectura, licenciatura, enfermería, comercio, trabajo social, publicidad, ciencias de la comunicación y administración de empresas turísticas; otras han seguido el llamado espiritual para una formación religiosa.

De esta forma se ha promovido la movilidad social y se ha llevado bienestar a un grupo de mujeres que estaban en vulnerabilidad, convirtiéndolas en personas felices y agentes de transformación social. A través de la institución se les otorgan a las niñas las herramientas para romper y superar la inercia negativa de sus circunstancias de pobreza, marginación, conductas negativas, hambre, ignorancia, violencia y desesperación.

Actualmente el objetivo de la institución es dar una formación integral a la niñez, adolescencia y juventud mexicana a través de sus programas: una casa hogar, una escuela y una residencia juvenil. Las instalaciones del Hogar Ortigosa cuentan con dormitorios, salones, cocina, consultorios, juegos infantiles y oficinas, todo lo indispensable para facilitar la educación, socialización y promoción de la unidad del grupo de niñas

Para su labor que busca la “excelencia en la vida”, el patronato se apoya en las religiosas de la Congregación Siervas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Pobres y cuenta también con un equipo profesional de psicólogos, maestros, doctores y orientadores. El Hogar Ortigosa es una institución con gran tradición histórica, pero a la vez es una organización moderna que refleja pulcritud, amor por el prójimo, pasión por servir a los demás y solidaridad. En un mundo caótico, ha permitido ver hasta dónde llegan los frutos de la generosidad humana.

Fuentes

Archivo Eugenio Garza Sada, Fondo Asuntos Particulares, Serie Aportaciones Particulares.

CUEVAS MENDIRICHAGA, Tomás. El inmigrante: vida y obra de Valentín Rivero. (1989). Monterrey: Enmediciones.

REYES SALCIDO, Edgardo. (2010). Don Isaac Garza. Monterrey: Fondo Editorial Nuevo León.

FLORES TORRES, Oscar. Monterrey en la Revolución. (2006). Monterrey: UDEM.

VIZCAYA CANALES, Isidro. Los orígenes de la industrialización de Monterrey: una historia económica y social desde la caída del Segundo Imperio hasta el fin de la Revolución (1867-1920). (2006). Monterrey: Fondo Editorial Nuevo León.

Página oficial del Hogar Ortigosa. https://www.hogarortigosa.org/historia.php

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Mensaje

Es un gusto para mi tener la oportunidad de presentar la labor que realiza Leon Ortigosa ABP, desde hace casi 70 años y en particular los logros alcanzados en este 2015.

Soy un convencido de que la educación integral de la niñez -esa que no solo instruye academicamente sino que educa y forma a la persona de manera integral- es la fórmula que garantiza la base para que esa persona ascienda en la vida y solucione muchos de los problemas que actualmente le aquejan e impactan negativamente a nuestra sociedad.

Formar a una persona en toda la extensión de la palabra significa reconocer su dignidad, e impulsar el potencial que ella tiene desde que fue creada por Dios y es la plataforma de un México más justo para todos.

En este 2015 Leon Ortigosa ABP, alcanza nuevamente ese objetivo y con autentico ejemplo de compromiso social, trabaja con un modelo de formacion que empodera y fortalece a las niñas y niños que serán agentes de cambio del mañana.

Tengo la satisfacción de ver rostros alegres, una actitud comprometida y la confianza en un futuro mejor en cada una de las personas que se educan en esta institución.

En el Ortigosa, día tras día, el esfuerzo conjunto de las religiosas y de cada uno de los colaboradores y voluntarios que lo apoyan rinde sus frutos ...

Mi profundo agradecimiento a nuestros patrones y donadores por que sin ellos no podríamos hacer posible esta realidad. Que dios los bendiga.

Lic. Patricio Garza Garza
Presdiente Patronato
Leon Ortigosa ABP
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Admisiones Casa Hogar

3 copias de los siguientes documentos:

  • Acta de nacimiento original reciente.
  • Calificaciones y/o comprobante de estudios.
  • Cartilla de vacunación.
  • Comprobante de domicilio reciente (agua, gas, luz o teléfono).
  • Comprobante laboral de los padres o tutores.
  • Comprobante de servicio médico.
  • Comprobante de tipo de sangre.
  • CURP.
  • Identificación de los padres o tutores.
  • Identificación de la persona que la ingresa.
  • Una fotografía tamaño infantil de las personas autorizadas para recoger a la niña.
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Admisiones Colegio

Copia de los siguientes documentos:

  • Acta de nacimiento del alumno (Original y copia).
  • Carta de buena conducta.
  • Carta de no adeudo (en el caso de ser egresado de un colegio particular).
  • Certificado de estudios.
  • Constancia de estudios /Calificaciones de años anteriores.
  • CURP del alumno.
  • INE del padre o tutor.
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Admisiones Perfil de Ingreso a Casa Hogar
  • Situación de escasos recursos.
  • Situación familiar de riesgo.
  • Aceptación voluntaria de la niña para ingresar.
  • Deberán contar con padres y/o tutores legales.
  • Buen comportamiento y deseo de estudiar y superarse.
  • Ser responsable y respetuosa además de mostrar buena conducta.
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Admisiones Perfil de Ingreso a Colegio
  • Niños de preescolar hasta 6to de primaria.
  • Niñas desde preescolar hasta 3 de secundaria.
  • Situación familiar de bajos recursos.
  • Buen comportamiento y deseo de estudiar y superarse.